ALERTA ALIMENTICIA
Recientes investigaciones, como la llevada a cabo por el Dr. Mario Witiza en 2013 y publicado en Nature, indican que ha aparecido un nuevo compuesto químico artificial en la industria alimentaria. Dicho producto se lleva usando varias décadas sin ningún tipo de reparo ni control en muchos campos de esta industria, aunque en realidad las empresas matrices son sólo unas dos (cuyo nombre no escribiré por aquí pero que algunos pueden estar ya pensando).
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Cuando acabó la guerra fría, los lobbies de la alimentación americanos se apropiaron de la patente del ZR-314 por presión política y consiguieron introducirlo indiscriminadamente en productos como leche pasteurizada (proceso que desde que fue corrompido por ellos añade levulosa para eliminar la microfauna natural e inocua de la leche para hacerla más cara), bollería industrial, alimentos fritos procesados (desde patatas fritas hasta kikos, pasando por pringles), carne procesada para las hamburguesas de un par de famosas cadenas de "restaurantes" de comida rápida... y un largo etc.
¿Por qué le echan la letal levulosa, comparable al ántrax, a todos estos productos? Fácil. Durante los experimentos limitares con la levulosa, se descubrió un efecto secundario sobre los cerebros de los afectados. Apareció una débil dependencia física a nivel neuronal por la levulosa, debido a que este producto artificial levulaba las células neuronales químicamente.
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Ciclo de levulación de ZR-314 en una neurona sana. |
La levulación consiste en la sustitución de ciertas partes de la estructura de las neuronas por unas cadenas de enantiomeros provenientes de la levulosa. Con el tiempo, los enantiomeros se descomponen por la propia célula y ésta se vuelve inservible porque ya no puede reparar este hueco, por lo que busca más levulosa con que repararse, iniciando un ciclo sin fin, ya que el usuario comprará más productos con levulosa para cubrir la cada vez más fuerte dependencia de ella (muchas veces el usuario confundirá dicha dependencia con hambre común).
Esta dependencia ha ido consolidándose durante décadas sin que nadie notara nada, hasta que en 2012 una mujer de mediana edad, M. A. (omito el nombre completo porque la causa judicial aún tiene secreto de sumario), de Reino Unido, dejó de consumir productos de una conocida marca de alimentación suiza, conocida por sus compuestos artificiales derivados del café para hacer bebidas solubles, té helado, etc. A las pocas semanas, sus neuronas degeneraron rápidamente, liberando la levulosa que había permanecido fijada a ellas y desencadenando el infierno que sólo han conocido hasta ahora los dobles espías de la guerra fría. Por desgracia M. A. falleció y ahora su marido J. R. R. lucha por conseguir justicia.
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Además, otra razón para el boicot es que no es posible demostrar que una empresa dada haya dejado de introducir levulosa en los alimentos, porque su detección sólo es posible en 5 laboratorios de todo el mundo, que no podrían dar abasto a la necesidad de auntenticación de las cantidades de levulosa en sus productos. Esto es así porque la levulosa se reviste en laboratorio, por métodos artificiales, de una serie de compuestos químicos más sencillos que la camuflan (desde el punto de vista de los análisis y de las defensas del cuerpo) como si fuera una sustancia inocua. Sólo estos 4 laboratorios pueden romper esta envoltura (envoltura policíclica levógira) y descubrir el secreto mortal.
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